Cuenta una anécdota vienesa que cuando las tropas del gran visir turco
Kara Mustapha fueron expulsadas del sitio de Viena, en 1689, abandonaron
un cargamento de sacos de café.
Un polaco llamado Kolschitsky,
que luchó en la batalla junto a su rey Juan III Sobieski, consiguió que
éste se los cediera.
El polaco abrió una posada en la capital austriaca
y empezó a vender el café en infusión, pero los clientes se quejaban de su sabor amargo. Para rectificarlo, Kolschitsky tuvo la idea de añadirle un poco de crema de leche. Así nació el café vienés.
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