miércoles, 8 de enero de 2014

La guitarra española

El origen de la guitarra no se puede describir con exacta certeza debido a la falta de documentos y a lo impreciso de los dibujos que se han podido recoger. El desarrollo de la forma, partiendo de la gran variedad de instrumentos de cuerda que se tocaban en la Europa Medieval es pura especulación. No obstante, de la observación de grabados en que figuran instrumentos de cuerda antiguos, se deduce que estos no adoptan determinadas formas y tamaños, sino que más bien responden a estructuras personales, y que cada artista concibe su propio instrumento con gran subjetividad. 

Se puede decir que la descendencia primera fue influenciada por los árabes en el siglo VIII. En los siglos XIII y XIV en España se conocían como guitarra dos clases de instrumentos: la Guitarra Latina y la Guitarra Morisca. Las escrituras y manuscritos muestran que la guitarra morisca tenía una forma más parecida al laúd, con el cuerpo oval, el cuello largo y cabeza redonda. La guitarra latina es más parecida en cuanto a forma, a la guitarra actual, pero con aspecto de semejanza con los primeros instrumentos de cuerda.

Solo la vihuela, instrumento ascendiente directo de la guitarra, tiene una forma y un tamaño determinados y se puede definir como un instrumento en forma de ocho, en que los dos volúmenes que configuran su silueta son de igual tamaño, hasta este momento la vihuela poseía 4 ordenes de cuerdas.

Una de las más importantes variaciones que se dio en la guitarra fue en el siglo XVI, época en la que aparece una guitarra de cinco ordenes de cuerdas. La quinta cuerda se debe al poeta y músico andaluz Vicente Martínez Espinel, nacido en Ronda (Málaga), en el año 1550, al cual también se le debe el sistema de afinado por equisonos.

A la guitarra de cinco cuerdas, con la que se podían efectuar acordes perfectos, le prestaron gran atención los músicos más importantes del siglo XVII, por lo cual se introdujo en los ambientes musicales más representativos y pasó a ser el instrumento favorito en todas las cortes europeas.

La guitarra adquirió gran importancia gracias a la aportación de personas como Gaspar Sanz, que publico su método en Zaragoza, en el año 1674; a Amat, que enseñó a formar todos los tonos mayores y menores de la guitarra de cinco cuerdas; al portugués Nicola Doici de Velasco, que publicó, en el año 1630, su Nuevo método por cifra para tañer guitarra de cinco cuerdas , el más antiguo de cuantos se conoce, y en el cual se da un mensaje extraordinario:
“En Francia, Italia y demás países, a la guitarra se le llama española desde que Espinel puso la quinta cuerda, quedando tan perfecta como el laúd, el arpa, la tiorba y el clavicordio y aún más abundante que estos”

El siglo XVIII trajo consigo gran evolución de la guitarra. Tal vez la modificación más importante fue con la aparición de la sexta cuerda a la vez que se eliminaban las cuerdas dobles, esto llevaría a una disminución de la sonoridad que será compensada con la ampliación de la caja y la abertura completa de la rosa situada en el centro del tablero. En el año 1760, fray Miguel García, conocido como el Padre Basilio, presentó por vez primera una guitarra con seis cuerdas. Este gran músico organista adoptó la guitarra como su instrumento favorito y fue el primero en escribir música para guitarra en notación musical moderna.

Como consecuencia del enriquecimiento musical que adquirió la guitarra de seis cuerdas, al final del siglo XVIII aparecieron instrumentos de muy distintas concepciones: guitarra de siete, ocho, doce y veinte cuerdas, de dos mangos y siluetas de todas las formas imaginables. Todos estos instrumentos quedaron como reliquias en las vitrinas de distintos museos porque ninguno de ellos tenía más posibilidades musicales que la guitarra de seis cuerdas.

Pese a la evolución que experimento la guitarra respecto a su construcción, su aspecto musical quedo afectado por la crisis ocasionada por la aparición del piano, instrumento que se tomo como patrón, y entonces rara vez se le veía donde hubiera música seria y tocarla quedó relegado a una actividad de pasatiempo.

La segunda mitad del siglo XIX conllevo un resurgimiento debido a dos hombres, Antonio Torres Jurado (1817-1892), nacido en La Cañada (Almería), se instruyó en el taller de José Pernas, en Granada, y estableció su taller en Sevilla a mediados del siglo XIX, en la calle de Cerrajerías.

Volvió a diseñar la guitarra española y le dio una nueva silueta, prácticamente la que conocemos hoy; esta nueva silueta comportó un aumento de la potencia sonora por haber aumentado la superficie vibrante de la tapa armónica, asimismo estudió con gran acierto todo el sistema de barras armónicas, y llevó los trastes del diapasón hasta la misma boca de la guitarra.

Francisco Tárrega (1854-1909) nació en Castellón. Demostró por primera vez todas las posibilidades musicales de la guitarra; sus composiciones son de una armonización magnífica y movió a los más importantes músicos a componer para guitarra.

Los conocimientos que Tárrega extrajo de la guitarra fueron recogidos y ampliados por uno de los grandes maestros de nuestros tiempos como es Andrés Segovia, nacido en Linares (Jaén), en el año 1893. El cual desarrolló la carrera de guitarra y la llevó a su al lugar que ocupa hoy en los conservatorios de música.

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