Todo
empezó un día común y corriente en Bogotá. Un señor taxista, estaba
haciendo su recorrido, y pasó casualmente cerca del sector
correspondiente al cementerio central. El taxista al pasar por la puerta
principal, recogió a una joven, que le pidió que la llevara.
Al
estar enfrente de la casa, golpeó en la puerta y entró, el
taxista quedó extrañado y fijó su mirada en aquella casa. Al dirigir su
mirada al segundo piso la vio pasar de un cuarto a otro, lo que le hizo
pensar que ya bajaría a pagarle. Pero después de un largo rato de
espera, el hombre se cansó y decidió bajar a reclamar a la mujer que le
pagara la carrera del cementerio central hasta la casa.
La
señora, asombrada, lo invitó a verificar que ellos dos eran los únicos
en ese momento en la casa. El taxista no salía de su asombro cuando al
entrar vió una foto de su pasajera, con la misma ropa. No dudó un minuto en identificarla, era ella, repetía y repetía sin cesar. La mujer no lo creía, ella es mi hermana y falleció hace unos cuantos años, le decía, pero el taxista no entendía, sólo decía, era ella... era ella... era ella...
La señora fue con el taxista hasta el cementerio central, para que él pudiera comprobar que aquella mujer estaba muerta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario