sábado, 6 de febrero de 2010

PENA DE MUERTE: APLASTAMIENTO POR ELEFANTE

El aplastamiento por elefante fue un método de ejecución común para aquellos que eran condenados a muerte en el sur y sudeste asiático, especialmente en la India, durante casi 4.000 años. Los elefantes se utilizaban en este caso para aplastar, desmembrar o torturar a los cautivos en ejecuciones públicas. Esta utilización de los elefantes a menudo atrajo el interés de los viajeros europeos, que se horrorizaban con las escenas, y se recogió en numerosos diarios contemporáneos y relatos de viajes a Asia. La práctica fue finalmente suprimida por los imperios europeos que colonizaron la región en los siglos XVIII y XIX.

Las primeras noticias que nos llegan de este tipo de ejecuciones proceden de la antigüedad clásica. Sin embargo, la práctica ya estaba firmemente establecida por entonces y ha continuado hasta el siglo XIX.

Los romanos y los cartagineses también usaron este método en ocasiones, y en la Biblia se menciona (en el Deuteronomio), en la historia de José y en el Libro de los Macabeos al hablar acerca de los egipcios.

El uso de los elefantes como verdugos estaba unido a su utilización como símbolo del poder real. La inteligencia, domesticidad y versatilidad de los elephantidae les daba ventajas considerables respecto a animales salvajes como leones y osos, a menudo utilizados por los romanos como medio de ejecución. Los elefantes podían entrenarse para ejecutar a los prisioneros de muy variadas formas, prolongando la agonía hasta una muerte lenta mediante torturas o matando rápidamente a la víctima simplemente aplastándole la cabeza. Lo más importante es que además estaban bajo el control constante de su conductor (mahout), lo que permitía otorgar un perdón de último minuto en el caso de querer mostrar piedad.

Se tiene constancia de varios de esos episodios de perdón en el último segundo en varios reinos asiáticos. Los reyes de Siam al parecer entrenaban a los elefantes para hacer rodar al convicto por el suelo de forma lenta para que no fuera herido de gravedad. Akbar, el sultán del Imperio Mogol, se cuenta que "usó a los elefantes para castigar a los rebeldes y que al final a los prisioneros, presumiblemente muy castigados, se les perdonaba la vida." También se dice que en una ocasión Akbar llegó a lanzar a un hombre a los elefantes para recibir ese tratamiento durante cinco días, antes de finalmente perdonarle. Por último, estos animales también se usaban en ocasiones como una forma de ordalía, según la cual el condenado era liberado si lograba escapar con vida del elefante.

El uso de los elefantes de esta forma tenía también un carácter simbólico. A través del elefante se representaba el poder real, de forma que la ejecución por esta vía también era una forma de hacer llegar al pueblo que el poder real se encargaba de dispensar la vida y la muerte. Los elefantes eran en muchas de las culturas asiáticas un símbolo de la autoridad real (y siguen siéndolo en algunos lugares, como Tailandia, en donde los elefantes blancos todavía son reverenciados). El uso como instrumentos del poder del estado enviaba un mensaje de que el gobernante era capaz de dirigir a las criaturas más poderosas que existían, que le obedecían completamente: era el gobernante quien mantenía el dominio espiritual y moral sobre las bestias salvajes, añadiéndolo a su autoridad y halo místico frente a sus súbditos.

La muerte provocada por elefantes todavía es común en algunas partes de África y el sur de Asia en donde los humanos y los elefantes coexisten. Sólo en Sri Lanka mueren entre 50 y 100 personas al año en enfrentamientos entre humanos y elefantes. Sin embargo, esos casos son resultado de elefantes salvajes atacando a humanos, en lugar de elefantes amaestrados siendo utilizados por humanos para matar a otros humanos. Ser aplastado por elefantes amaestrados también es un riesgo para los cuidadores de elefantes en los zoológicos, y hay varios casos al año si bien, una vez más, se trata de accidentes.

Cuando trabajaba como oficial de policía en el gobierno británico colonial en Birmania en 1926, George Orwell se vio obligado a encargarse de un incidente en el que un elefante doméstico salió en estampida y mató a un hombre pisándole encima. Orwell describe este incidente en un famoso ensayo: Disparando a un elefante, en el que comentaba que «la fricción del pie de la gran bestia había arrancado la piel de su espalda tan limpiamente como se arranca la de un conejo».

http://es.wikipedia.org

5 comentarios:

Alí Reyes dijo...

Horrendo por todos lados
Primero porque los elefantes domésticos inspiran un cariño y una devosión que pocas mascotas logran inspirar, de allí la horrenda paradoja. Y segundo porque si lo enseñas a matar ¿Cómo puedes estar seguro que en un futuro no se volverá contra su propio cornaca?

Sara Royo dijo...

Muy interesante tu post, no sabía q se usaban estos animales imponentes para tales fines.

Lakacerola dijo...

Horrible.

Kassiopea. dijo...

Un poquito bestias sí que son estos asiáticos.

clar dijo...

si en algo se caracteriza el ser humano es en su ingenio para matar, una lástima que no hayamos logrado tal diversidad y perfeccionamento en tantas otras cosas necesarias...
curioso artículo.

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