Estos chamanes o sacerdotes celtas, que todos relacionamos con las aventuras de Astérix o con las piedras de Stonehenge, son ya descritos por cronistas griegos y romanos, que les atribuyen funciones de jueces, maestros, curanderos y adivinos, y los relacionan con la casta sacerdotal de los celtas que habitaban la Galia e Inglaterra.
El druidismo era una forma de culto basado en el animismo, cuyos altares se encontraban en el interior de grutas y bosques y que tenía al roble como el árbol más sagrado.
Entre los poderes que se decía que tenían estos hombres santos se citaba el estado del tiempo, aparecer con forma animal, predecir el futuro y volverse invisibles.
Pero hay otro aspecto que no resulta tan simpático: también realizaban sacrificios humanos, preferentemente de niños, uno de los motivos por los que los romanos prohibieron este oficio en el siglo I e incendiaron todos sus lugares de culto.
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