En algún momento del siglo XII, durante el caótico reinado del rey Esteban de Blois, algo extraño sucedió en el pueblo de Woolpit, en Suffolk. Durante la época de la cosecha, mientras los segadores trabajaban en los campos, dos niños salieron de unos pozos que se usaban para cazar los lobos. Los niños, un hermano y una hermana, vestían ropas de extraños colores, pero lo que hacía realmente especiales era el color de su piel: verde.
Al parecer, los niños vagaron durante unos minutos un tanto desconcertados hasta que fueron descubiertos por los segadores. Rápidamente los llevaron a la ciudad donde rápidamente una multitud se congregó en torno a ellos que les empezaron a interrogar. Los niños respondían, pero nadie era capaz de entender aquel idioma extraño en que hablaban.
Más tarde, los niños fueron llevados ante Sir Richard de Calne, en Wikes. Un terrateniente que gozaba de una cierta autoridad en la zona. Ante él, no dejaron de llorar. Durante varios días los niños rechazaron toda la comida que se les ofrecía, aunque era evidente que estaban más que hambrientos. Finalmente, les dieron de comer unos guisantes crudos que los niños que devoraron rápidamente. Durante varios meses, los guisantes se convirtieron su única comida, hasta que fueron capaces de empezar a comer pan y otros alimentos.
El niño, que parecía ser el menor de los dos, cayó enfermo y murió cuando aún no había pasado ni un año de su llegada al pueblo. La niña tuvo más suerte, creció fuerte y pasó el resto de su vida en la zona. Con el tiempo, el color verde fue desapareciendo de su piel y su aspecto pasó a ser similar al del resto de la gente normal. Se adaptó a la nueva vida y fue bautizada, aunque su conducta durante fue un tanto lasciva y libertina. Durante unos años, sirvió en la casa de Sir Richard hasta que se casó con un hombre de King’s Lynn en Norfolk.
Cuando aprendió inglés empezó a responder a las frecuentes preguntas que le hacían sobre su origen. Sus respuestas siempre fueron bastante vagas y no hicieron sino aumentar el misterio. Según su versión, venían de un lugar llamado la Tierra de San Martín, donde no había sol, sólo un crepúsculo permanente, y donde todos los habitantes eran como ellos, verdes. La niña fue incapaz de indicar el lugar exacto donde se encontraba esa Tierra de San Martín, aunque dijo que desde ella se podía ver otra tierra mucho más luminosa, al otro lado de un “río importante”.
Según su versión, el día que aparecieron en Woolpit, ella y su hermano habían estado siguiendo los rebaños de su padre y se habían adentrado en una caverna, donde oyeron el sonido de campanas. Atraídos por ese “delicioso” sonido, recorrieron la caverna durante un buen rato hasta que llegaron a una salida diferente de por la que habían entrado. Al salir, la luz del sol les cegó inmediatamente, tampoco encontraron habitual la temperatura del aire. Según afirmaba la niña, aturdidos un poco por todo, caminaron sin rumbo hasta que el ruido de los segadores les asustó e intentaron volver a la cueva, aunque fueron incapaces de encontrar su entrada y acabaron siendo atrapados.
Las únicas informaciones de la época de que se disponen sobre la historia provienen del Chronicom Anglicarum de Ralph de Coggeshall, sexto abad de la abadía de Coggeshall muerto en 1128. Casi al mismo tiempo, otro monje llamado William de Newburgh (1136-1198) , que vivía recluido en un monasterio en Yorkshire, también recogió el hecho en su Historia Rerum Anglicarum. Se cree que Ralph viajó por East Anglia a finales del siglo XII, y la tradición dice que oyó de la historia a través de Sir Richard Calne. William por su parte, probablemente se enteró de la historia a través de viajeros que se habrían alojado en su monasterio.
Por otro lado, el hecho de que la historia de los niños no aparezca en la Anglo-Saxon Chronicle, crónica sobre la historia de Inglaterra hasta la muerte del rey Esteban en 1154, y que incluye muchas de las “maravillas” populares de su época, podría ser otro argumento para indicar que la historia es simplemente una leyenda. Aunque en este caso, también podría ser que fuera cierta, pero que realmente no ocurrió durante el reinado de ese rey, sino durante el de Enrique II.
En cualquier caso, incluso siendo cierta, es muy probable que la historia se hubiera ido haciendo más grande a medida que se contaba. Por ejemplo, para cuando llegó a oídos de William en Yorkshire los niños eran definitivamente verdes, mientras que Ralph de Coggeshall escribió que estaban “teñidos de verde”.
Han sido varias las teorías que han intentado explicar el enigma de los niños y su color. Entre las más aventuradas, era inevitable debido al color de su piel, la que afirma que los niños serían extraterrestres llegados de su planeta a la Tierra por algún error. Según otra versión, dentro de la misma categoría, no habrían venido de tan lejos, sino de un mundo secreto que se esconde en las entrañas de la Tierra.
Entre las teorías más realistas está la que ha identificado la misteriosa Tierra de San Martín con el cercano pueblo de Fornham Saint Martin, que se encuentra a unos 13km de Woolpit, mucho más lejos de lo que mayoría de los aldeanos del Woolpit del siglo XII hubieran viajado nunca. Según esta teoría, el dialecto o acento de los niños hubiera podido ser suficientemente diferente para resultar irreconocible. Sin embargo, por muy grandes que fueran las diferencias de acento, parece exagerado que los habitantes de Woolpit no fueran capaces ni siquiera de reconocer la lengua, y muchos menos Sir Richard Calen.
Otra posible explicación, esta propuesta por Paul Harris en 1998, es que los niños fueran de padres flamencos. Durante el siglo XII, la parte oriental de Inglaterra había recibido una importante ola de inmigración proveniente de Flandes, pero después del ascenso al poder del rey Enrique II, esos inmigrantes fueron perseguidos. En 1173 muchos de ellos fueron asesinados cerca de Bury Saint Edmunds, no muy lejos de los pueblos de Fornham. Harris sugiere, también, que los niños podrían ser de la aldea de Fornham Saint Martin, donde había existido un importante asentamiento de flamencos dedicados a diferentes oficios textiles que podían haber tenido acceso a una gran variedad de tintes.
Los niños podían haber huido de su pueblo escapando de una matanza y habrían acabado vagando ocultos por los bosques hasta llegar a Woolpit. Desorientados, confusos y vistiendo a la manera flamenca, podían tener una pinta bastante extraña para las gentes de Woolpit. Esta explicación tiene sus complicaciones, también. Si bien es cierto que cuando Enrique II ascendió al poder decidió expulsar a los mercenarios flamencos que habían servido al rey Esteban, esta medida no afectó a los mercaderes ni a los tejedores flamencos que habían vivido en Inglaterra desde hacía generaciones.
Tampoco parece probable que si los niños hubieran sido flamencos, Richard de Calne no hubiera sido capaz de reconocer su lengua. Muy probablemente, ya fuera defendiendo su propiedad como terrateniente o cumpliendo con sus deberes con la corona, Richard habría luchado contra los flamencos. Resulta bastante razonable creer entonces que incluso aunque no fuera capaz de hablar o entender el flamenco, sí que hubiera sido capaz de reconocerlo.
El color de los niños podría ser explicado por un tipo de anemia provocado por una dieta deficiente llamada clorosis, y que es también conocida como la “enfermedad verde” por el tono verdoso que adquiere la piel de los que la padecen. Esta explicación encajaría bastante bien con la hipótesis de que eran niños huidos. Ya que de ser así, si hubieran pasado una temporada más o menos larga escondiéndose y huyendo, es más que probable que hubieran estado malnutridos.
Una última explicación, tal vez la más sencilla, para el color y para la procedencia de los niños, es que jamás existieron, sino que todo es simplemente una leyenda. Son varias los autores que afirman que la historia contiene muchos aspectos propios de creencias y cuentos populares. Por ejemplo, el hecho de provenir de un mundo subterráneo o simplemente recordar haber caminado a lo largo de un largo túnel, podría estar relacionado con los antiguos conceptos de muerte y vida después de la muerte.
De hecho, los túneles secretos y los pasajes subterráneos son de por sí muy frecuentes en mitos y leyendas. O los guisantes, que son considerados tradicionalmente la comida de los muertos. El mismo color verde es un color que es a menudo asociado con lo sobrenatural, ya sea con extraterrestres, gnomos o duendecillos.
Se conoce otra historia similar a la de los niños verdes de Woolpit que tuvo lugar el año 1887 en España, concretamente en el pueblo catalán de Banjos. La historia, que parece ser que fue recogida por primera vez por Jacques Bergier en sus Extraterrestres en la Historia, es prácticamente la misma, unos agricultores encuentran dos niños extraños llorando a la entrada de una cueva. Los niños también hablan un idioma extraño, que ni los habitantes del pueblo ni los expertos venidos de Barcelona son capaces de entender.
Finalmente, los niños son entregados al alcalde del pueblo, Ricardo de Calno, nombre sospechosamente similar al de Richard de Calne. Los niños de Banjos tampoco comen nada durante días, finalmente, también, acaban comiendo los mismo, guisantes.
La única diferencia es que los niños de Banjos tienen los ojos achinados, por lo demás su aspecto es idéntico al de sus colegas ingleses. De hecho, toda la historia parece simplemente una versión importada de la de Woolpit, y de hecho parece no tener ningún fundamento, el mismo pueblo de Banjos parece que ni siquiera existe.
Más tarde, los niños fueron llevados ante Sir Richard de Calne, en Wikes. Un terrateniente que gozaba de una cierta autoridad en la zona. Ante él, no dejaron de llorar. Durante varios días los niños rechazaron toda la comida que se les ofrecía, aunque era evidente que estaban más que hambrientos. Finalmente, les dieron de comer unos guisantes crudos que los niños que devoraron rápidamente. Durante varios meses, los guisantes se convirtieron su única comida, hasta que fueron capaces de empezar a comer pan y otros alimentos.
El niño, que parecía ser el menor de los dos, cayó enfermo y murió cuando aún no había pasado ni un año de su llegada al pueblo. La niña tuvo más suerte, creció fuerte y pasó el resto de su vida en la zona. Con el tiempo, el color verde fue desapareciendo de su piel y su aspecto pasó a ser similar al del resto de la gente normal. Se adaptó a la nueva vida y fue bautizada, aunque su conducta durante fue un tanto lasciva y libertina. Durante unos años, sirvió en la casa de Sir Richard hasta que se casó con un hombre de King’s Lynn en Norfolk.
Cuando aprendió inglés empezó a responder a las frecuentes preguntas que le hacían sobre su origen. Sus respuestas siempre fueron bastante vagas y no hicieron sino aumentar el misterio. Según su versión, venían de un lugar llamado la Tierra de San Martín, donde no había sol, sólo un crepúsculo permanente, y donde todos los habitantes eran como ellos, verdes. La niña fue incapaz de indicar el lugar exacto donde se encontraba esa Tierra de San Martín, aunque dijo que desde ella se podía ver otra tierra mucho más luminosa, al otro lado de un “río importante”.
Según su versión, el día que aparecieron en Woolpit, ella y su hermano habían estado siguiendo los rebaños de su padre y se habían adentrado en una caverna, donde oyeron el sonido de campanas. Atraídos por ese “delicioso” sonido, recorrieron la caverna durante un buen rato hasta que llegaron a una salida diferente de por la que habían entrado. Al salir, la luz del sol les cegó inmediatamente, tampoco encontraron habitual la temperatura del aire. Según afirmaba la niña, aturdidos un poco por todo, caminaron sin rumbo hasta que el ruido de los segadores les asustó e intentaron volver a la cueva, aunque fueron incapaces de encontrar su entrada y acabaron siendo atrapados.
Las únicas informaciones de la época de que se disponen sobre la historia provienen del Chronicom Anglicarum de Ralph de Coggeshall, sexto abad de la abadía de Coggeshall muerto en 1128. Casi al mismo tiempo, otro monje llamado William de Newburgh (1136-1198) , que vivía recluido en un monasterio en Yorkshire, también recogió el hecho en su Historia Rerum Anglicarum. Se cree que Ralph viajó por East Anglia a finales del siglo XII, y la tradición dice que oyó de la historia a través de Sir Richard Calne. William por su parte, probablemente se enteró de la historia a través de viajeros que se habrían alojado en su monasterio.
La aparición de la historia en dos crónicas de la época no debe ser tomada como una prueba absoluta de su autenticidad. El propio William de Newburgh afirma en su crónica que él mismo dudó durante un buen tiempo de la veracidad de la historia, aunque finalmente el gran número de testigos, de gran solvencia, además, le acabó convenciendo. Hay que tener en cuenta que las crónicas medievales, además de describir acontecimientos políticos y religiosos, también suelen incluir muchos milagros y maravillas que no serían aceptadas hoy en día, pero que eran ampliamente creídas en su tiempo, incluso por las clases más educadas.
Por otro lado, el hecho de que la historia de los niños no aparezca en la Anglo-Saxon Chronicle, crónica sobre la historia de Inglaterra hasta la muerte del rey Esteban en 1154, y que incluye muchas de las “maravillas” populares de su época, podría ser otro argumento para indicar que la historia es simplemente una leyenda. Aunque en este caso, también podría ser que fuera cierta, pero que realmente no ocurrió durante el reinado de ese rey, sino durante el de Enrique II.
En cualquier caso, incluso siendo cierta, es muy probable que la historia se hubiera ido haciendo más grande a medida que se contaba. Por ejemplo, para cuando llegó a oídos de William en Yorkshire los niños eran definitivamente verdes, mientras que Ralph de Coggeshall escribió que estaban “teñidos de verde”.
Han sido varias las teorías que han intentado explicar el enigma de los niños y su color. Entre las más aventuradas, era inevitable debido al color de su piel, la que afirma que los niños serían extraterrestres llegados de su planeta a la Tierra por algún error. Según otra versión, dentro de la misma categoría, no habrían venido de tan lejos, sino de un mundo secreto que se esconde en las entrañas de la Tierra.
Entre las teorías más realistas está la que ha identificado la misteriosa Tierra de San Martín con el cercano pueblo de Fornham Saint Martin, que se encuentra a unos 13km de Woolpit, mucho más lejos de lo que mayoría de los aldeanos del Woolpit del siglo XII hubieran viajado nunca. Según esta teoría, el dialecto o acento de los niños hubiera podido ser suficientemente diferente para resultar irreconocible. Sin embargo, por muy grandes que fueran las diferencias de acento, parece exagerado que los habitantes de Woolpit no fueran capaces ni siquiera de reconocer la lengua, y muchos menos Sir Richard Calen.
Otra posible explicación, esta propuesta por Paul Harris en 1998, es que los niños fueran de padres flamencos. Durante el siglo XII, la parte oriental de Inglaterra había recibido una importante ola de inmigración proveniente de Flandes, pero después del ascenso al poder del rey Enrique II, esos inmigrantes fueron perseguidos. En 1173 muchos de ellos fueron asesinados cerca de Bury Saint Edmunds, no muy lejos de los pueblos de Fornham. Harris sugiere, también, que los niños podrían ser de la aldea de Fornham Saint Martin, donde había existido un importante asentamiento de flamencos dedicados a diferentes oficios textiles que podían haber tenido acceso a una gran variedad de tintes.
Los niños podían haber huido de su pueblo escapando de una matanza y habrían acabado vagando ocultos por los bosques hasta llegar a Woolpit. Desorientados, confusos y vistiendo a la manera flamenca, podían tener una pinta bastante extraña para las gentes de Woolpit. Esta explicación tiene sus complicaciones, también. Si bien es cierto que cuando Enrique II ascendió al poder decidió expulsar a los mercenarios flamencos que habían servido al rey Esteban, esta medida no afectó a los mercaderes ni a los tejedores flamencos que habían vivido en Inglaterra desde hacía generaciones.
Así que, por un lado, de ser flamencos, lo más probable es que hubieran sido hijos de algún mercenario, pero, por otro, no era muy habitual que los mercenarios viajaran acompañados por sus familias.
Tampoco parece probable que si los niños hubieran sido flamencos, Richard de Calne no hubiera sido capaz de reconocer su lengua. Muy probablemente, ya fuera defendiendo su propiedad como terrateniente o cumpliendo con sus deberes con la corona, Richard habría luchado contra los flamencos. Resulta bastante razonable creer entonces que incluso aunque no fuera capaz de hablar o entender el flamenco, sí que hubiera sido capaz de reconocerlo.
El color de los niños podría ser explicado por un tipo de anemia provocado por una dieta deficiente llamada clorosis, y que es también conocida como la “enfermedad verde” por el tono verdoso que adquiere la piel de los que la padecen. Esta explicación encajaría bastante bien con la hipótesis de que eran niños huidos. Ya que de ser así, si hubieran pasado una temporada más o menos larga escondiéndose y huyendo, es más que probable que hubieran estado malnutridos.
Una última explicación, tal vez la más sencilla, para el color y para la procedencia de los niños, es que jamás existieron, sino que todo es simplemente una leyenda. Son varias los autores que afirman que la historia contiene muchos aspectos propios de creencias y cuentos populares. Por ejemplo, el hecho de provenir de un mundo subterráneo o simplemente recordar haber caminado a lo largo de un largo túnel, podría estar relacionado con los antiguos conceptos de muerte y vida después de la muerte.
De hecho, los túneles secretos y los pasajes subterráneos son de por sí muy frecuentes en mitos y leyendas. O los guisantes, que son considerados tradicionalmente la comida de los muertos. El mismo color verde es un color que es a menudo asociado con lo sobrenatural, ya sea con extraterrestres, gnomos o duendecillos.
Se conoce otra historia similar a la de los niños verdes de Woolpit que tuvo lugar el año 1887 en España, concretamente en el pueblo catalán de Banjos. La historia, que parece ser que fue recogida por primera vez por Jacques Bergier en sus Extraterrestres en la Historia, es prácticamente la misma, unos agricultores encuentran dos niños extraños llorando a la entrada de una cueva. Los niños también hablan un idioma extraño, que ni los habitantes del pueblo ni los expertos venidos de Barcelona son capaces de entender.
Finalmente, los niños son entregados al alcalde del pueblo, Ricardo de Calno, nombre sospechosamente similar al de Richard de Calne. Los niños de Banjos tampoco comen nada durante días, finalmente, también, acaban comiendo los mismo, guisantes.
La única diferencia es que los niños de Banjos tienen los ojos achinados, por lo demás su aspecto es idéntico al de sus colegas ingleses. De hecho, toda la historia parece simplemente una versión importada de la de Woolpit, y de hecho parece no tener ningún fundamento, el mismo pueblo de Banjos parece que ni siquiera existe.
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2 comentarios:
Lo de los niños de Banjos lo he puse ayer de leyenda, porque es evidente que esa historia real no es. Se ve que ese pueblo no existe ni en Barcelona ni en el resto de España.
Buena historia para llevarla al programa de Iker Jiménez, seguro que encuentra alguna explicación más extraña aún.
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