Bona Sforza no logró impedir un matrimonio arreglado entre su
hijo,Segismundo II, e Isabel de Austria, miembro de la Casa Habsburgo,
una opositora declarada de su futura suegra.
Bona, por su parte, tampoco
hizo intento alguno por guardar las apariencias respecto a su antipatía
por su nuera, que murió dos años después del matrimonio con Segismundo
II.
Como su segunda esposa, Segismundo II eligió a una de sus amantes de
hacía años, Bárbara Radziwill, un hecho que desató la ira de Bona,
particularmente porque los miembros prominentes de la corte la apoyaban.
Bárbara cayó presa de una enfermedad misteriosa apenas cinco meses
después de haberse casado, llevando a muchos a sospechar que
Bona recurrió a algún tipo de veneno para librarse de su indeseable
nuera.
Catalina de Médici forzó a su hija Margarita a casarse con Enrique
de Borbón, que tenía dos características odiadas por Catalina: su madre
Juana de Albret y su fe protestante.
Juana enfermó y murió poco después de llegar a la corte, llevando a
algunos a acusar a Catalina de haber asesinado a la madre de su
yerno con guantes envenenados.
Después del matrimonio en 1572, se dieron inicio a una serie de
asesinatos selectivos sobre los protestantes que se reunirían en París.
Los historiadores creen que Catalina autorizó, o por lo menos tenía
conocimiento, de la carnicería que estaba a punto de cometerse y de la
que su yerno escapó por poco.
La relación de Catalina con su nuera, María I Estuardo, también fue
áspera. Cuando Francisco II, el esposo de la joven reina murió,
Catalina ordenó a su nuera viuda devolver las joyas de la corona y
marcharse de la casa, en Escocia, de forma inmediata.
María Fiodorovna. El hijo mayor de María Fiódorovna, Nicolás II se casó con Alix de Hesse, la nieta de origen alemán de la reina Victoria.
Alix se resintió por el papel de María como confidente de su esposo.
Tenía la sensación de que era menospreciada por la tradición rusa, que
la obligaba a caminar detrás del marido y de la suegra durante las
ceremonias oficiales.
Además, María se rehusaba a entregar las joyas de la corona a la
zarina recién coronada. Hasta que los revolucionaron pusieron un alto
sangriento a la monarquía rusa, en julio de 1918, Alix nunca pudo lograr
la aprobación del pueblo ruso, que constantemente la comparaba con su
suegra.
Sara Roosvelt. Como regalo de bodas, Sara construyó una casa en el barrio Upper East
Side de Manhattan, cuyo proyecto de decoración fue idea de la misma
suegra.
Lo que los Roosevelt ignoraban al aceptar una oferta tan
generosa de la matriarca, era que estaban siendo víctimas de un plan que
incluía un apartamento para Sara, con conexión a todos los aposentos de
la casa.
Durante sus primeros años de matrimonio, Eleanor vivió bajo la
sombra de su dominadora suegra, que ordenó a la futura primera dama
abandonar su trabajo con la caridad para que se dedicara exclusivamente a
la familia.
Sofía de Baviera. Sofía anhelaba colocar a su primogénito en el trono austriaco, hecho
que era tema de discusión en los asuntos políticos de Austria. En
aquella época, la personalidad de esta mujer era tan firme que se llegó a
decir que era el “único hombre de la corte”.
Sofía invitó a su
hermana Ludovica Guillermina con el objetivo de su hija, Helena, se
casará con su heredero. Pero su hermana Isabel, cariñosamente apodada “Sissi”,
acompañó a su madre en el viaje. Al verla, Francisco José se enamoró
perdidamente de la joven, con quien se casó en abril de 1854,
convirtiéndola en la emperatriz de Austria.
Tan solo diez meses más tarde, Sissi daba a luz a una niña. Sofía fue
quien eligió el nombre para su nieta, sin siquiera consultar a su
nuera. Además, Sofía le impidió ver a la niña, que murió dos años
después durante un viaje a Budapest.
La relación hostil entre estas mujeres fue, sin duda, uno de los
factores que destruyeron el matrimonio de Isabel, hundiéndola en la
depresión, la anorexia y la bulimia.
Madge Gates Wallace. Desde el punto de vista de su madre, Bess Wallace podría haber
conseguido un marido mucho mejor que Harry Truman, el hijo de un
granjero que nunca se instruyó en la universidad y no conseguía mantener
su empleo.
Por los menos Madge Gates pudo cuidar de su hija durante los
primeros años de su matrimonio, toda vez que el marido no podía hacer
frente a los gastos de la casa.
Cuando Truman se metió a la política, Madge solía ignorarlo
constantemente, cuestionando sus decisiones políticas y expresando
abiertamente su opinión de que nunca sería un hombre exitoso.
Madge atribuyó la victoria de Truman en las elecciones presidenciales
a la influencia de su hija, y ni siquiera le importó ir a vivir a la
Casa Blanca, donde continuó haciendo de la relación del matrimonio un
infierno, criticando cada paso que daban.
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